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Si los saqueadores de Macri y los grandes medios de la derecha siguen negando la realidad el helicóptero despegará más temprano que tarde

Para la banda de saqueadores seriales (Cambiemos) y los grandes medios de la derecha, la masiva protesta no existió. Sin embargo fue contundente y, en política, desconocer la realidad suele ser mortal. En hora buena para los argentinos porque si el gobierno sigue con su negación y Clarín y La Nación & Cia. con sus mentiras, esta pesadilla que se llama Cambiemos se irá pronto de la Rosada.
 Aunque todo dependerá de la conducta que adopten las grandes mayorías y sus organizaciones políticas y sociales, las que, al decir verdad y salvo excepciones, por ahora y tras la derrota electoral del kirchnerismo del año pasado – y desde antes también - , se muestran flaca de ideas. Por eso resulta muy celebrable la masiva movilización de anoche en todo el país, porque una vez más, los de a pie, los que la yugan sin cesar, y en muchos casos desde los sectores que aun sobreviven con relativa holgura, fueron conscientes – y de nuevo una vez más – de que tan sólo y en última instancia del pueblo depende el curso de los acontecimientos, el curso de la Historia.
Una reflexión desde el campo teórico de la comunicación que con preocupante frecuencia se olvida - porque si no fuese así los más lúcidos referentes del campo popular dejarían de concurrir con tanta disciplina a los estudios de TV -, consiste en tomar nota de que la capacidad de influencia de los aparatos mediáticos es inversamente proporcional a las posibilidades de organización y movilización de los actores sociales concretos, de las masas podría volver a decirse sin complejos.
Esa trama de conductas es aplicable a la esfera específicamente política de la compleja relación dialéctica pero intrínseca que explica la ecuación comunicación y política: la capacidad de obturación y destrucción de los derechos constitucionales del pueblo por parte de las instituciones, de la casta político burguesa, es inversamente proporcional a la decisión popular de organizarse y movilizarse.
Por eso, aunque indignante, no tiene demasiada importancia que esta mañana los grandes medios de la derecha casi ni den cuenta de las protestas de la noche anterior y que el gobierno de los saqueadores seriales mire para el otro lado, con caras de bobalicones a la vez que soberbios y provocadores.
En el ruidazo del 15 julio por la noche - todo lo que hiciese bochinche fue útil para cientos de miles de argentinos en todo el país – fueron protagonistas al menos tres actores centrales: en primer lugar los vecinos que si saben de que se trata y por eso salieron a decirle no a los tarifazos y a las políticas económicas de Mauricio Macri, en forma espontanea e inorgánica; las multisectoriales con representantes sociales y políticos de las más diversas entidades, barriadas y comunidades; y, en términos minoritarios respecto de los dos anteriores, la militancia política del campo popular. Y debe incluirse una cuarta categoría, que será decisiva: la importante presencia de ciudadanos y ciudadanas que votaron por Macri, y hasta siguen teniendo confianza en su gobierno, pero que a los tarifazos le dicen no, y con sus voces en cuello.
Sin excluir la sumatoria de otras identidades y presencias –todo lo contrario, ello es imprescindible –, para que la tarea de frenar la entrega del país que se ha propuesto la derecha de Cambiemos – nietos de “la Fusiladora” e hijos de la dictadura, por eso no le hacen asco a la violencia antipopular y a las mentiras -; para que esa tarea llegue a buen término, aquellos cuatro actores centrales de ayer por la noche deben adquirir forma orgánica de expresión política y social, desde la diversidades pero con criterio de unidad, en lo que a priori podría definirse como un frente de liberación nacional de nuevo tipo respecto de las experiencias anteriores que registra la historia del Siglo XX en el denominado Tercer Mundo, con adecuación a los nuevos tiempos, a los nuevos agentes sociales y a sus nuevas formas de comunicación y transmisión de experiencias.
El gobierno de Macri tiene un origen legal, pues surgió de la urnas que prevén la Constitución y sus leyes, pero le bastó apenas unos seis meses de ejercicio para perder legitimidad como expresión democrática: la colección de porqués para esa última afirmación es interminable, pero la evidente política de saqueo contra las grandes mayorías y el patrimonio público, que viola a la propia Carta Magna; el intento de modificar a la máxima instancia del Poder Judicial, la Corte Suprema, por decreto; y el reconocimiento en boca del presidente que si hubiese dicho en campaña lo que iba a hacer hubiese sido internado en un siquiátrico o algo parecido, son argumentos por sí mismos más que suficientes.
La idea no es que un gobierno que nació como legal y constitucional termine su mandato antes de tiempo, la idea consiste en  que ese gobierno vuelva a ser legítimo, porque de lo contario el poder debe regresar a su origen, a la voluntad del único soberano, el pueblo; y será ese entonces el escenario en el cual, lamentablemente, volverán a girar las hélices del helicóptero.